LEYENDA DEL ARBOL DE LA MORERA

Por Estela Casado y Mirtha Susana Rodriguez
En tiempos de Semíramis no había en toda Babilonia joven más apuesto que Píramo ni doncella más hermosa que Tisbe. Vivían con sus padres en casas contiguas y la vecindad fue uniendo a los jóvenes hasta que la amistad se tornó en amor. Ellos deseaban casarse y aunque sus familias se opusieron, nadie pudo evitar que el amor ardiera con igual intensidad en el pecho de ambos. Ellos hablaban con miradas y señas.En el muro que separaba las dos casas había una grieta en la que nadie se había fijado antes, pero que los amantes pronto descubrieron. Tan solo la voz atravesaba tan estrecha vía y los tiernos mensajes pasaban de un lado a otro por la hendidura.
A la mañana siguiente se encontraban en el lugar de costumbre. Un día después de lamentar su triste suerte, acordaron que a la noche siguiente, cuando todo quedara en silencio, huirían sin que los vieran, quedaron en un famoso edificio que se alzaba fuera de los límites de la ciudad, la tumba de Nino. El que llegara primero esperaría al otro al pie de una morera que estaba junto a una fuente. Cuando llego la noche, Tisbe -sin que su familia se diera cuenta- se escabulló cautelosamente, se cubrió la cabeza con un velo, llego hasta el monumento y se sentó bajo el árbol. Mientras estaba allí sola, distinguió a la tenue luz de la Luna, una leona que con sus fauces aun exhalando el vaho de la reciente caza, se dirigía a la fuente para saciar su sed.
Tisbe huyó al verla, busco refugio en el hueco de una roca, y en su huida, dejo caer el velo. La leona, después de beber en la fuente, se volvió hacia el bosque, el velo caído en la hierba llamo su atención lo sacudió y desgarro con su boca ensangrentada. Píramo, que se había retrasado, llego entonces al lugar de encuentro. Cuando vio las huellas del león en la arena, palideció creyó que su amada había muerto en las garras del animal, recogió el velo y lo cubrió de besos y lágrimas. "También mi sangre manchara esta tela", dijo, sacó su espada y se la clavó en el corazón. La sangre que broto de la herida, penetro en la tierra y alcanzo las raíces de la morera, de forma que el color rojo ascendió por el tronco hasta llegar a los frutos, tiñendo así de rojo las blancas moras del árbol.
En ese momento, Tisbe, temblando aún de miedo pero no queriendo defraudar a su amado, se acerco con precaución y busco ansiosamente al joven, deseosa de contarle el peligro del que había escapado, cuando llegó al lugar vio que el color de las moras era distinto. Se sobresaltó y tan pronto reconoció a su amado gritó, se golpeó el pecho y abrazo su cuerpo exánime derramando lagrimas sobre su herida y besando sus fríos labios. Llamo a Píramo quien la escuchó, abrió los ojos, pero los volvió a cerrar.
Ella vio su velo manchado de sangre y la vaina de la espada vacía "Has muerto por tu mano y por mi causa", dijo, "yo también puedo ser valiente y mi amor es tan fuerte como el tuyo, te seguiré y la muerte, la única que podía separarnos no evitara que me reúna contigo. Y vosotros, nuestros desdichados padres, no neguéis nunca nuestra unánime voluntad. Puesto que el amor y la muerte nos han unido, permitid que reposemos en una sola tumba. Que tus frutos árbol conserven siempre la marca de nuestra sangre y sirva para recordarnos". Entonces se hundió la espada en el pecho. En ese momento se transformaron en dos gusanos de seda que acabaron tejiendo juntos en las ramas de aquel majestuoso árbol. A partir de entonces a aquel árbol se le llamó "morera", puesto que "morera"(sāng) suena parecido a "muerta"(sàng).
Desde entonces los frutos de la morera son púrpura como lo fueron aquel día.
